De autor anónimo, este cofre fue importado expresamente para guardar la eucaristía. Fruto de las intensas relaciones comerciales con las ciudades flamencas, hacia donde exportaban los acaudalados hacendados de Gran Canaria el azúcar producido en sus plantaciones, llegaron a Agüimes distintas piezas de forma fortuita o como limosna, como el caso de dos esculturas de San Sebastián, de 1532 y 1546, hoy perdidas.
Hay que tener en cuenta que en la terminología castellana de la época se denominó de forma generalizada a todo este tipo de piezas como “cofres de Flandes”, aunque muchos de ellos salieron de talleres peninsulares. La arqueta de Agüimes responde a una tipología de medianas proporciones característica de los centros de producción nórdicos, por lo que es incuestionable su procedencia de los antiguos Países Bajos. La gran demanda de estos cofrecitos en el occidente de Europa se debió, en parte, a la comodidad a la hora de transportarlos y a la capacidad de proteger su contenido, gracias a los refuerzos metálicos y a la impermeabilización de su revestimiento exterior.
El de Agüimes tiene más de cinco siglos, es de medianas proporciones, y se realizó en madera, con una cobertura de cuero negro, decorado con motivos oblongos que acogen sobre fondo punteado un ornato vegetal de tradición gótica. Está provisto de una tapa de sección trapezoidal, con un asa central de hierro forjado en prominentes remates angulares y una pequeña nudosidad que corona la mencionada tapa. Se refuerza el conjunto con cinco bandas de hierro de terminales bífidos, y con una cerradura cuadrada, con recortes triangulares en las esquinas superiores y en “losanges” en las inferiores. La bocallave permanece oculta bajo otra aldaba perpendicular con cúspide ahorquillada. Otro dato reseñable es la utilización de los colores negro, en el exterior, y rojo, en el interior, utilizados entonces para la liturgia eucarística.
Otras arquetas, con evidentes similitudes formales e idéntica función sacramental, existían en las parroquias de San Sebastián de La Gomera, San Juan Bautista de Puntallana (La Palma) y del Realejo Bajo (Tenerife), relacionadas por primera vez entre los años 1523, 1525 y 1532, respectivamente. La de Puntallana servía para encerrar el Santísimo el Jueves Santo y la del Realejo como sagrario, custodiada dentro de un nicho embutido en la pared, siguiendo el mismo ejemplo que la de Agüimes. Según Pérez Morera y Rodríguez Morales, en el inventario de 1544 de la parroquia de Teguise, figura “una caja para encerrar el Santísimo Sacramento el Jueves Santo y un cofrecito de Flandes”, que quizás se destinó también al uso eucarístico. Hasta el momento, el único ejemplar conservado en las Islas Canarias, es el que nos ocupa de la parroquia de San Sebastián de Agüimes.
No solamente llegaron de los Países Bajos esculturas, pinturas, paños o tapices. El legado flamenco también incluye otras piezas suntuarias, como este tipo de cofres, cuya importación fue una constante durante la primera mitad del siglo XVI. Creados con el fin de custodiar objetos personales de importante valor (monedas, joyas y reliquias), sirvieron también, de manera provisional en Canarias, para guardar las formas consagradas. Durante las décadas posteriores a la conquista fue habitual utilizarlas como arcas eucarísticas, a modo de tabernáculos, para guardar el Santísimo Sacramento o para la reserva del cuerpo de Cristo en Semana Santa.
En la primitiva iglesia parroquial de San Sebastián, en la villa de Agüimes, la Eucaristía se guardaba sobre una patena grande, envuelta en los corporales, y se colocaba en una hornacina sin puertas ubicada en la pared, al lado del evangelio. Según Joaquín Artiles, preocupado por la seguridad del Sacramento, el obispo Pedro de Ayala mandó en 1511 que se comprara un cofre destinado a su salvaguarda y, además, que se hiciera un sagrario. Desde 1513 el sacramento se encontraba en un cofre “pequeño, pintado, con barras y cerraja sin llave” y, al año siguiente, en el inventario que se hizo coincidiendo con la visita del obispo Fernando Vázquez de Arce, ya aparece documentado un segundo cofre “negro con unas barras de hierro y cerrado con su llave”.
A partir de entonces aparece en todos los inventarios, lo que se puede considerar como el primer sagrario de la iglesia de Agüimes. Al principio estuvo exento en una hornacina de piedra encajada en la pared y luego en el interior del tabernáculo lígneo del altar mayor. Algunos ejemplos los tenemos en el de 1555, donde se hace referencia a él como “un cofre en que está la custodia del Santísimo Sacramento. Es de Flandes, cubierto de cuero negro”; y en el de 1669 “un cofrecito en que se encierra el Santísimo Sacramento el Jueves Santo”. Se le cubría con un paño de terciopelo negro y con un velo de toca roja. A veces también tenía una cruz pequeña de estaño encima, como se nombra en la visita de Sancho de Trujillo, obispo de Marruecos en 1551.
Avanzado el Seiscientos, el “cofrecillo flamenco”, se reservó para el Monumento del Jueves Santo hasta que, en 1673, una vez terminado el Sagrario Mayor por el Maestro Lorenzo de Campos, que sería reconstruido a finales del XVIII por el maestro Antonio Almeida, pasó a las dependencias del templo.
Se custodió en este lugar los siguientes siglos, llevándose en tiempos del párroco Serafín Rodríguez Reyes (1963-1971) al proyectado Museo Diocesano de Arte Sacro de la Catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria. Se devolvió a su templo original en la década de los ochenta, donde hoy forma parte, junto con otras joyas artísticas de origen flamenco, de su tesoro parroquial.
Iglesia de San Sebastián
Camarín de la Virgen
Sebastián Parer , nº5
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Gran Canaria
Exposiciones:
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