Escultura anónima de bulto redondo, de cuerpo entero, dorso aplanado y, probablemente, con una chuleta falsa, reproduce el modelo gótico-flamenco característico de las estatuillas malinenses de las primeras décadas del siglo XVI. Los maestros de la ciudad de Malinas se especializaron en la reiteración de estos modelos escultóricos estereotipados, que suelen presentar características comunes que facilitan su identificación.
Tiene frente amplia y prominente, nariz corta, boca pequeña y ojos rasgados de gruesos párpados. Su cabello rubio está dividido con una raya al medio en dos partes equilibradas y su pequeño tamaño encaja en el baremo de este tipo de figuras, cuyas medidas habituales oscilan entre los 26 y los 38 centímetros. La Virgen luce una saya de cuerpo ceñido de color beige, con el talle marcado por una faja. A diferencia de otras esculturas en las que María aparece con un escote cuadrado o trapezoidal, en esta ocasión se ha elegido un escote ligeramente curvado. Su indumentaria refleja la suave textura de los tejidos en los que se advierte un convencional sistema de pliegues; y a través de las anchas bocas de las mangas se adivinan los puños ajustados de un corpiño. Aunque está tallada de cuerpo entero, según costumbre de entonces, estaba vestida con “una rropita de rrazo falso azul”, con unas “piecesitas de plata que son catorce” bordadas y, el niño tenía “un corzelito de plata dorado, chiquito”.
El Niño está sentado sobre el brazo derecho de su Madre, adherido a su costado, formando un solo bloque. Su cabeza sobresale por encima del hombro de María y se aprecian sus prominentes cachetes y su talante risueño. Con la mano izquierda acaricia un mechón del cabello de su Madre, que se desliza serpenteante por sus hombros y espalda hasta llegar a la cintura; la mano opuesta parece ofrecerle un fruto que la Madre hace ademán de recoger. Viste una túnica roja con brocados dorados que deja entrever su rollizo cuerpecillo y sus piernas cruzadas. A partir del siglo XVII y, sobre todo, desde el XVIII, las imágenes solían transformarse adaptándose a las modas de cada época. Se les añaden postizos, coronas, pelo, joyas o suplementos en la espalda. Se repintan y modifican sus rostros originales, lo que explica que, en muchas de ellas, se haya alterado, de forma evidente, su primigenio aspecto. Esta pieza iba acompañada con elementos de adorno, una peana del siglo XVII y un sol de rayos flameados, que en la actualidad están perdidos.
El tema iconográfico de la Virgen con el Niño suele ser uno de los más repetidos en este tipo de estatuillas destinadas, en su mayoría, a la devoción privada. Negrín Delgado encuentra similitudes entre esta pieza y otras como la santa Lucía del hospital de Notre Dame de Malinas o la talla mariana de la iglesia de Saint Laurent de Betecom. Tipológicamente podemos apreciar concomitancias con la Virgen de Guadalupe de la ermita homónima de San Sebastián de La Gomera (APB-LG-E-002). Además, existen otras esculturas en Canarias con la misma advocación y posible origen malinense, conservadas en la ermita de las Nieves de Teror (APB-GC-E-006) y la parroquia de la Asunción, en San Sebastián de La Gomera Virgen de las Nieves.
La devoción a la Virgen de las Nieves se remonta a la leyenda de la fundación de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, relacionada con una milagrosa nevada ocurrida en agosto del año 358. Esta advocación estaba muy extendida en la Península Ibérica y fue importada al archipiélago por castellanos y andaluces.
La escultua que nos ocupa aparece colocada en el altar mayor de la primitiva iglesia de San Sebastián de Agüimes en el inventario realizado el 6 de febrero de 1556, coincidiendo con la visita del licenciado Fernán González de la Costa. Según la costumbre de la época, recibía culto junto a otras imágenes de bulto como un San Sebastián, traído también de Flandes en 1541, y una imagen de pequeño tamaño del Niño Jesús.
En el inventario de 1558 se hace alusión a su traslado a la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, mandada a erigir por un párroco de Agüimes, Juan López, en el barrio alto del pueblo. Dicho clérigo había establecido en su testamento de 23 de noviembre de 1578, firmando ante el escribano don Francisco Peloz, que parte de su herencia se destinase a la construcción de dicho templo, pues sentía una gran devoción por esta advocación. Enfermó gravemente justo cuando iban a iniciarse los trabajos y murió sin poder verla terminada.
El 27 de marzo de 1649 la ermita y todos sus bienes fueron entregados a los frailes dominicos, quienes, sobre la ermita primitiva que se había desplomado unos años antes, fundaron un convento con licencia del obispo Francisco Sánchez de Villanueva y Vega. El prelado les impuso por obligación, entre otras cláusulas, respetar una capellanía de tres misas anuales por las almas del fundador y del resto de benefactores, mantener la misma advocación y conservar su patrimonio. En 1775 se produjo un intercambio de localización entre la Virgen del Rosario y la Virgen de las Nieves, pasando la primera al altar mayor y la de las Nieves a la capilla del Rosario. El motivo del traslado era la afluencia de fieles, que no cabían en la capilla. En 1785, ya despojada de sus vestidos postizos, el maestro Jerónimo de San Guillermo la barnizó y doró, siendo su primera restauración conocida.
El 3 de julio de 1887 se produjo un incendio que destruyó el convento. Por fortuna, la talla había sido retirada de su emplazamiento cuatro años antes, en 1883, siendo sustituida por una Purísima de vestir. El 13 de septiembre de 1887 de nuevo apareció documentada en la iglesia vieja de San Sebastián y al año siguiente se mudaría al nuevo templo parroquial, donde se le consagraría un altar definitivo en 1924. En tiempos del párroco Serafín Rodríguez Reyes (1963-1971) se trasladó al proyectado Museo Diocesano de Arte Sacro de la Catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria. En 1972 se produjo la segunda de las intervenciones de la mano del artista sevillano José Paz Vélez, devolviéndose a su templo original en la década de los ochenta, donde hoy forma parte, junto con otras joyas artísticas de origen flamenco, de su tesoro parroquial.
Iglesia de San Sebastián
Camarín de la Virgen
Sebastián Parer, 5
Villa de Agüimes
35260 Agüimes
Gran Canaria
Plaza de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Gran Canaria, 1
35001, Las Palmas de Gran Canaria
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