La santa se presenta de manera frontal, revelando un contraposto con su cuerpo en forma de zigzag. Comienza con un giro del cuello hacia la izquierda, hombros hacia la derecha y piernas de nuevo hacia la izquierda, aunque de una manera más disimulada por los amplios ropajes que la cubren. Muestra un aspecto juvenil, con pelo largo peinado por medio de raya al medio y caído en mechones ondulados a ambos lados del pecho, enmarcando la cara. Sus ojos mantienen una mirada fija hacia el suelo, con rostro almendrado y ancha frente abultada. Posee en sus manos dos elementos iconográficos que la singularizan: por un lado, la espada en su mano derecha que simboliza el martirio que sufrió al morir decapitada y, por el otro, en la izquierda, un libro abierto que alude a su sabiduría. A los pies aparece representado en un busto el emperador Maximino II, su perseguidor, que mira al fiel en un tamaño muy inferior respecto al de la santa. El rostro de este añadido es grotesco, formado por barba, bigote y melena con un gran tocado a modo de bonete con una corona incrustada que representa su alto rango. Sus rasgos, algo deformes y a veces caricaturescos, son tradicionalmente asignados a esbirros, verdugos y personajes secundarios de la escultura nórdica de la época.
Los ropajes de santa Catalina son propios de la cronología de la escultura, con saya de talle alto y ajustada en el pecho. Porta también manto que se recoge en los antebrazos y cruza al frente. Aunque el estofado corresponde a la intervención de Bernardo Manuel de Silva, el tallado sí conserva su aspecto primigenio en lo relativo a forma, volumen y disposición. Destacan igualmente dos piezas de orfebrería que aparecen talladas en sus ropajes: el broche cuatrilobulado sobre el pecho y la cinta de la cadera con decoración de círculos consecutivos.
Muestra grandes similitudes, especialmente en las facciones de su rostro y en lo prominente de su frente, con la imagen de la Virgen en la Encarnación (APB-LP-E-011.1), conservada también en la capital palmera. Pese a ello, De Coone propuso adscribirla a una imprecisa escuela hispano-flamenca, planteamiento que no ha tenido repercusión posterior.
La imagen de santa Catalina de Alejandría fue la titular de su ermita desaparecida en Santa Cruz de La Palma, donde ya figura citada en una visita pastoral por parte del obispo Diego de Deza en 1558. Es probable que recibiera culto allí desde antes y de manera ininterrumpida hasta 1689, cuando la crecida del barranco de Las Nieves a causa de un temporal arrasó esa fábrica. Sin embargo, la escultura pudo ser rescatada y depositada circunstancialmente en la ermita de san José. Allí permaneció hasta que la suya fue reedificada en un emplazamiento mejor y pudo devolverse al culto en 1701, cuando presidió una procesión jubilosa por ello. En esos años Bernardo Manuel de Silva (1655-1721) la interviene y le procura un nuevo estofado, alterando el aspecto original o primigenio de sus carnaciones. El mismo artista, junto con el dorador dominico fray José de Herrera y el carpintero Juan Lorenzo García, se encarga de realizar el nuevo retablo que la exhibió durante las centurias siguientes. De esa forma se veneró hasta que, a principios del siglo XX, el mal estado en que se encontraba la edificación obligó a desalojar todos sus enseres, llevando la santa hasta la iglesia del Hospital de Nuestra Señora de los Dolores y, a continuación, a la ermita de san Sebastián, donde se conserva en la actualidad junto a su retablo barroco de abultada talla y alegre colorido.
Ermita de San Sebastián
Retablo del lado del Evangelio. Hornacina central
de San Sebastián, 12A
Santa Cruz de La Palma
38700 Santa Cruz de la Palma
La Palma
Plaza de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Gran Canaria, 1
35001, Las Palmas de Gran Canaria
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