Aunque el asunto que reproduce la obra fue popular en el ámbito cultural de los Países Bajos durante el siglo XVII, no sucedía lo mismo en España centurias después. Cuando José de Betancourt o sus hermanos compraron este lienzo, el tema ya había perdido alcance y actualidad, pero resultaba de interés si atendemos a los valores plásticos o formales que se le podían atribuir. La evocación naturalista del paisaje, el motivo militar y su buena técnica, fiel reflejo del éxito que disfrutaban los “maestros antiguos” de Flandes, avalan su adquisición antes de 1816 y demuestran que muchos coleccionistas de nuestro país sintieron interés por comprar pinturas del Norte.
El desconocimiento del valor real de esta obra explica el bajo precio que tuvo en algunas tasaciones del siglo XIX y su denominación tardía de “bandidos en el monte”, acaso por influjo de los ideales del Romanticismo. Una investigación de Juan Zárate Cólogan que ha permanecido inédita nos ayuda a desvelar su tema real y permite atribuirla a Peter Snayers (1592-1667), maestro de Amberes que alcanzó fama por este tipo de escenas que combina el hecho histórico con lo que llamamos comúnmente asuntos de género. El lienzo reproduce un descanso de las tropas españolas durante la Guerra de Flandes, que debió producirse en una vaguada boscosa y no muy lejos de Breda. Según su interpretación, ese momento anecdótico que recrea el pintor guardaría relación con el famoso Sitio de Breda (1625) u otro acontecimiento similar, tal vez con los prolegómenos de un triunfo para las mismas tropas que recrea el lienzo.
Pendiente de un estudio que lo analice en profundidad, el lenguaje plástico del cuadro y sus características intrínsecas, al margen de las generalidades que implica esta clase de composiciones, revelan cercanía a algunas creaciones de Peter Snayers. El planteamiento del tema es indudablemente suyo o afín a varios trabajos documentados, algo que se constata al disponer a los personajes apiñados en el primer tercio de la composición y dejar el resto libre para la evocación del bosque con árboles frondosos y un cielo abierto. Aunque algo somera, la descripción de los militares y de los caballos con distintas acciones, los gestos y un movimiento constante forzando las diagonales en la estructuración de los espacios resulta afín a la contemplada en varias recreaciones de Snayers que pertenecen a algunos coleccionistas de Europa desde fecha temprana. Un ejemplo afín en el planteamiento compositivo y la resolución del tema militar puede observarse en el lienzo Toma de Breda y en sendas representaciones de las cacerías de Felipe IV, que conserva el Museo Nacional del Prado y pertenecieron a las colecciones reales (P001743, P001751 y P001754).
La colección de pinturas que José de Betancourt (1757-1816) y sus hermanos reunieron a finales del siglo XVIII en La Orotava contaba con varias obras de origen flamenco, porque, además de la que nos ocupa, el Cupido que se atribuye a Anton van Dyck (1599-1641) formó parte de ella Cupido. Amor triunfante. No es fácil vincularla con piezas mencionadas en los registros e inventarios que se realizaron de dichos bienes en 1816 y 1867, coincidiendo con los fallecimientos del citado José Betancourt y de su hijo José de Betancourt y Lugo (1801-1867).
Si nos atenemos al primer registro de 1816, en el domicilio particular de La Orotava colgaban entonces pinturas que podrían identificarse con este lienzo de formato medio. En el cuarto inmediato al oratorio se encontró “un idem (cuadro) con una batalla” y en la antesala “cuatro (cuadros) que representan cuatro batallas”, además de “dos cuadros que representan varias cosas de caza” en el descanso de la escalera (AHBC: Sign. 9380). Al margen de las diferencias que otorgan los marcos o guarniciones, las medidas de la obra actual no coinciden con esas mismas piezas cuando las enumera el registro posterior de 1867. Entonces se refieren “un cuadro grande con guarnición dorada que representa una batalla”, “otro (…) más pequeño con guarnición dorada que representa un bosque”, “otro aún más pequeño que representa un cuerpo de guardia con guarnición también dorada”, “otro que representa un bosque” y “dos cuadros iguales que representan alegorías de la cacería” (AHBC: Sign. 9493). Suponemos que la pintura en estudio corresponde con una de esas cuatro batallas o escenas del bosque, aunque, al igual que constatamos en el caso del Cupido, las dimensiones descritas en él no sean coincidentes con el lienzo conservado.
Carecemos de noticias o pistas fiables para conocer el modo en que los Betancourt adquirieron esta pieza, ya que no figura entre los bienes que dejó en herencia el padre Agustín de Betancourt Jacques de Mesa (1720-1795) y los trámites que conllevarían esas acciones no son mencionados en la correspondencia de sus hijos ni en otros documentos del archivo familiar. Es probable que José de Betancourt la comprara junto a otros lienzos de la colección antes de su retorno definitivo al Archipiélago en 1793, cuando, a partir de 1785, residió temporalmente en París, Madrid, Londres y Cádiz. Otra posibilidad es que fuera remitida en fecha imprecisa por algún allegado o por su hermano Agustín de Betancourt y Molina (1758-1824), célebre ingeniero que durante aquel tiempo trabajaba con éxito en París y Madrid.
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