La combinación de una estructura lignaria con fina talla y tantas pinturas sobre tabla convirtieron a este retablo en una obra excepcional desde fecha temprana, ya que los encargos previos del siglo XVI se limitaban por lo general a trípticos y polípticos, los llamados comúnmente retablos de pincel, que nada tenían que ver con la monumentalidad conferida al encargo de Pedro Afonso Mazuelos. Su llegada a Tenerife en 1614-1615 es coetánea al pago de un conjunto similar y de menor tamaño que Francisco Díaz Pimienta adquirió en Flandes, tal vez en Amberes, para decorar una capilla de su patronato en la parroquia del Salvador de Santa Cruz de La Palma, perdido a raíz de las reformas acometidas en dicho templo durante la década de 1820. Ambos contribuyeron de forma decisiva al avance de la retablística isleña, coincidiendo con un momento en que empezó a generalizarse el uso de grandes conjuntos o altares columnarios, que limitaron el uso de piezas anteriores o la supremacía de lo pictórico frente a obras modernas y de talla, susceptibles de dorarse luego y ser adornadas con relieves escultóricos o lienzos de gran tamaño.
A pesar del interés que adquirió el retablo flamenco de los Remedios, sabemos poco de él y de la configuración original que mostraba en el presbiterio de la iglesia antigua. Los restos de su armazón lígneo que conforman ahora otros retablos en la parroquia vecina de la Concepción (APB-TF-M-001) y la descripción que de él hizo José Rodríguez Moure (1855-1936), cuando servía como altar de San Cristóbal, son los mejores avales para plantear su reconstrucción. Obviando las modificaciones que pudieron realizarse a raíz de su traslado al costado sur del templo en torno a 1714, se han planteado ya varias propuestas en ese sentido. Negrín Delgado lo hizo en 1992 a partir de la documentación investigada y luego, ya con más información y medios, Darias Príncipe y Purriños Corbella ofrecieron un alzado hipotético (1997) que Amador Marrero revisó años después (2013). Es indudable que el retablo de Pedro Afonso Mazuelos era una construcción ambiciosa y, en el sentido más estricto de los términos, moderna e influyente para su tiempo. Lo componía una estructura muy bien organizada en cuatro cuerpos, que columnas de orden corintio separaban en al menos tres calles. El remate exhibía pinturas alusivas al Espíritu Santo (APB-TF-P-002.19), la Gloria (APB-TF-P-002.14-17) y el Padre Eterno (APB-TF-P-002.18), amoldándose la última a la forma de frontón curvo que muestra aún. Las tablas de mayor porte, que fueron retiradas del conjunto original antes de 1715 (APB-TF- P-002.3-9), decoraban las calles laterales de forma ordenada, algo semejante a lo que sucedía en la predela con las figuraciones en formato rectangular de san Agustín (APB-TF-P-002.11), san Juan Evangelista (APB-TF-P-002.10), un fraile o santo dominico (APB-TF-P-002.12) y el propio Mazuelos (APB-TF-P-002.13). Aunque no son descritas entonces ni en fuentes de mayor antigüedad, la crítica reconoce que por analogía formal dos pequeñas tablas que representan a ángeles turiferarios (APB-TF-P-002.1-2) y otra mayor del Calvario (APB-TF-P-002.20), ahora conservada en Los Realejos, pudieron pertenecer al conjunto de Flandes.
El retablo que Pedro Afonso Mazuelos (1539-1597) costeó a finales del siglo XVI es una de las creaciones más completas que arribaron a Canarias durante las centurias del Antiguo Régimen, hasta el punto de que se convierte en referencia ineludible para el estudiar los intercambios artísticos con Flandes y su influjo posterior en el medio isleño. Tal y como explica el propio comitente en un testamento que dictó en octubre de 1597, la intención de esa obra era adornar el altar mayor de la antigua parroquia de los Remedios que existió en la ciudad de La Laguna, de la que fue feligrés y vecino desde la década en 1560. Nacido en Guimaraes (reino de Portugal), su establecimiento posterior en Tenerife y la dedicación al comercio internacional, especialmente a la compra y venta de vinos, le permitió ganar estatus en el ámbito mercantil, prosperidad económica y una amplia red de contactos, que no eludió el trato con agentes del Norte. A la hora de testar alude a la hechura de un “retablo grande”, que ya tenía ajustado y esperaba recibir “en los primeros navíos que de Flandes vinieren”. Para ello se valió de los intermediarios Gomes Boudens y Nicolás Bud, quienes, a petición suya, vendieron una primera remesa con 24 pipas de vino y luego 13 pipas más.
Su muerte al poco tiempo propició que la adquisición del retablo continuara a cargo de apoderados y de los clérigos y mayordomos del templo. Todos ellos, de común acuerdo, reformularían la petición previa y firmaron escrituras al respecto en 1602, 1606, 1611, 1612 y 1614. El responsable de una nueva contratación en Amberes fue el también comerciante Pascual Leardin, de origen flamenco y ausente allí unos años, quien manejó los más de 1000 ducados recaudados para ello y una traza que el obispo Francisco Martínez de Cenicero le había entregado como modelo, “con las condiciones que tiene escritas en los tableros”. La obra ya debía encontrarse muy avanzada, si no terminada en gran parte, durante 1612, de modo que dos años después el mayordomo Salvador Fernández de Villarreal ajustó con el mercader Adolfo de Piers o Pérez su traslado hasta Tenerife. Antes de que concluyera 1615 el conjunto estaba instalado en el presbiterio de la parroquia, tanto su estructura de madera sobredorada como las más de veinte pinturas sobre tabla que la decoraron con diverso formato y una iconografía variada. Tras una desavenencia posterior, el obispo Antonio Corrionero ordeñó que la obra exhibiera una o dos cartelas para recordar perpetuamente el año 1615 y el nombre de Pedro Afonso Mazuelos como legatario, porque, según explicaba en 1627, “había hecho limosna tan grande que era digna de que se remunerase y tuviese memoria”.
A pesar de los muchos problemas que acarreó su encargo, el retablo de Flandes permaneció en ese espacio y sin alteraciones notables durante apenas un siglo. Entre 1709 y 1715 fue sustituido por la estructura monumental y con columnas salomónicas que ha pervivido en la catedral actual como retablo de la Virgen de los Remedios, cuya ejecución afrontó al maestro Antonio Francisco de Orta (1654-1717) junto a otros oficiales. En ella se acomodaron las siete tablas de mayor tamaño que describen la vida de Cristo y de la Virgen (APB-TF- P-002.3-9), mientras que el resto de menor dimensión (APB-TF-P-002.10-19) junto a la estructura lígnea (APB-TF-M-001) pasaron a convertirse en retablo de san Cristóbal y a decorar una capilla lateral, tras la compra que Nicolás Juan de Ascanio realizó entonces por 1700 reales. Allí se mantuvieron hasta el derribo de la parroquia a principios del siglo XX, cuando, ante la escasez de fondos para la reconstrucción de una nueva catedral, ese retablo y las tablas que exhibía fueron adquiridos por los feligreses de la Concepción para ornamentar su fábrica y erigir nuevos retablos en ella.
Catedral de Nuestra Señora de los Remedios / Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción
Plaza de los Remedios / Plaza de la Concepción , nº1 / 10
San Cristóbal de La Laguna
38201 San Cristóbal de La Laguna
Tenerife
Plaza de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Gran Canaria, 1
35001, Las Palmas de Gran Canaria
2022. Todos los derechos reservados